Ayer en la tarde tuve
una reunión con algunas amigas en el
Starbucks: llegué primero y me sentí con mi Chai-latte a esperarlas. Fueron
llegando con sendas bebidas y poco después
de los saludos, empezaron a sonar los teléfonos, al terminar las llamadas y
entre inicios de conversaciones o alguna extraña pregunta como ¿Cómo están tus
hijos? Empezaron a sonar los mensajes y empezó el ruidito ¡tic, tic,
tictictic,tic, tic, tic…. ¡! Así hasta
el infinito. Toda la tarde se rieron con
sus teléfonos, los miraron de todas las formas imaginables: enojadas, tiernas, furiosas,
coquetas, asustadas… etc. Cada vez que
intentaba iniciar una conversación, alguien, tal vez, levantaba la vista con una mirada extraña, movía sus ojos de
un lado a otro sin detenerlos siquiera en
mí, hasta que en determinado momento misterioso, se despidieron y se fueron. Mientras
me sostenía de la solapa de mi blusa, me
subí al coche con todo y mi cara de ¿¡Cómo!?
Hace un rato
veía la televisión con mi hijo, antes
eran los momentos de animadas conversaciones que sin darme cuenta se han
esfumado, lo único que oigo de vez en cuando, mientras trato de interesarme por
lo que pasa en "la pantalla plana de alta definición", además del ¡tictic, tic tic, tictictic… ¡ son
carcajada tras carcajada. Si acaso pregunto por qué es la risa o cuál es el
chiste, seguramente me encontraré con un “de nada” como respuesta. Y de nuevo debido a algún código misterioso
que desconozco, ya que no coincide con el fin del programa que estoy mirando,
surge el “hasta mañana ma” y de nuevo aparece mi cara de ¡¡¿Cómo?!!
Estoy parada, a la once de la noche, frente al espejo preguntándome… porque ya no estoy segura al respecto ¿Soy o no soy? Y esto no es un cuestionamiento checspiriano, ¡no señor! vaya siendo que deje de existir y no me he enterado… ¡a lo mejor las notificación llegan por mensajito!